domingo, 12 de diciembre de 2010

El público, tú y yo: un triángulo amoroso

Acabo de empezar a leer uno de los libros que recomendó Jorge: La Puerta Abierta de Peter Brook. Es tal la intensidad de ideas interesantes en este libro que en la página 60 tengo que dejarlo a un lado y reflexionar un poco sobre algunas de las ideas que he encontrado porque de lo contrario corro el riesgo de empacharme. A continuación voy a comentar algunas de estas frases que son como semillas de las que podría germinar un bosque.

Brook sostiene que “Para que las intenciones de un actor sean totalmente claras, con una tensión intelectual, unos sentimientos verdaderos y un cuerpo equilibrado, los tres elementos –pensamiento, emoción y cuerpo- deban estar es perfecta armonía”.


En el poco tiempo que llevamos de clase hemos realizado actividades con el fin armonizar ese triángulo tan complejo de pensamiento, emoción y cuerpo. En el pensamiento me imagino que entrarán las ideas, las creencias, los esquemas mentales, las imágenes y todo lo relacionado con la parte analítica de las personas. Ese aspecto más relacionado con el intelecto. Por eso creo que es importante entender a los personajes, y para ello quizá sea importante analizarlos de forma que podamos compartir sus ideas, creencias, esquemas mentales. Una vez que compartimos ese aspecto del personaje debemos seguir un camino más profundo, más escondido, más oscuro: el de los sentimientos. Así como las ideas y las creencias se pueden verbalizar de forma exacta y esa manifestación forma parte de nuestra cultura, los pensamientos suelen mantenerse ocultos, escondidos de los demás y muchas veces de nosotros mismos. No es tan común oír a la gente hablar de sus sentimientos, hay mucho pudor en este respecto, demasiado. Trabajar con los sentimientos suele parecer más frágil, más delicado, más comprometido…más difícil. Para ello quizá debamos trabajar los sentidos como ya hemos hablado en otras ocasiones con el fin de escuchar, ver, oler, saborear y tocar a nuestros personajes. También trabajar la empatía, generosidad, paciencia, sensibilidad y compasión creo que pueden ayudarnos a adentrarnos en la parte emocional de los personajes. También quizá debamos hacernos preguntas como ¿qué siento cuando estoy alegre? ¿qué digo? ¿qué gestos hago? ¿cómo está mi cuerpo? ¿cómo me muevo? Las mismas preguntas me puedo hacer sobre otras personas cuando están alegres pero también cuando están tristes, cansadas, expectantes o irritadas. Si encuentro respuestas a estas preguntas quizá tenga una visión más completa de cómo poder interpretar esos sentimientos. Sería como sacar una foto de los sentimientos para poder analizarlas y utilizarlas de modelos, por lo menos hasta que se vaya convirtiendo en un ejercicio más natural y fluido. Después de los pensamientos y las emociones llega la parte más visible y física: el cuerpo. Sin duda, el cuerpo es el origen de un sinfín de mensajes y debe haber sintonía y armonía entre éste y las emociones y los pensamientos. El cuerpo creo que debe ir acompañando cada palabra, cada gesto, cada emoción, cada idea, cada sonrisa, cada lágrima. Un cuerpo descompasado sería como cuando la versión hablada de una película no va al compás de la película y las palabras y las imágenes no se corresponden. Tendré presente este triángulo formado por el pensamiento, la emoción y el cuerpo e intentaré que entren en sintonía, posiblemente de forma torpe al principio hasta que se acostumbren a convivir los unos con los otros. Y yo con ellos tres.

Pero Brook va más allá del actor mismo y defiende la idea de que “El teatro es quizá una de las artes más difíciles, puesto que han de establecerse tres conexiones simultáneamente y en perfecta armonía: los vínculos entre el actor y su vida interior, entre el actor y sus compañeros y entre el actor y el público. Uno se ve constantemente obligado a luchar por descubrir y mantener esta triple relación: con uno mismo, con el otro y con el público”.
Me parece muy interesante este otro triángulo porque muchas veces es fácil quedarse a medio camino y no llegar al destino final que en el caso del actor debe ser el público pasando por los otros actores en escena. Me imagino que es fácil quedarse en los ensayos, en la caracterización, el vestuario, los decorados, la música, la puesta en escena...sin tener presente al público. Brook también menciona que “El teatro no tiene categorías, trata sobre la vida. El teatro es vida”. En este sentido veo muchos paralelismos y conexiones entre este enfoque sobre la importancia del público, la importancia del destinatario de nuestra interpretación y la vida. Hace poco fui a una conferencia para PYMES (pequeñas y medianas empresas) y toda la conferencia se podía resumir en una sola palabra: cliente. En esta conferencia se defendía la idea de que todas las inversiones que haga una empresa, todos los sistemas que desarrolle e implemente, toda la formación que se dé a sus empleados debe tener un impacto positivo en los clientes. Dependiendo de este impacto se evaluará la eficacia de le gestión de la empresa. Es decir, en una empresa, hay que hacer todo por y para el cliente y no se le debe perder nunca de vista para evitar el riesgo de quedarnos con una empresa fantástica pero sin clientes. Menciono esto porque cuando se lleva una empresa es fácil distraerte por las personas que en ella trabajan, los resultados económicos, la competencia, la presión burocrática, la crisis económica, la legislación vigente y olvidarte de sus razones existenciales. Aunque esta conferencia fue aparentemente básica fue un buen recordatorio para no perder el norte, sobre todo en borrascas y turbulencias como la que estamos pasando. El sentido de cualquier empresa lo dan sus clientes, de la misma forma que Brook recuerda a los actores que el sentido de su interpretación lo da el público. Sería importante recordar a los comerciantes, hosteleros y empresarios en general que su finalidad son los clientes, no son ellos mismos, ni sus empleados, ni su empresa. A veces cuando voy a un bar a desayunar me siento como un billete de 5 euros que quiere un café y una tostada. Los camareros no parecen ver más allá del billete. No ven a la persona. Les daría lo mismo estar atendiendo a una anciana, a una joven o a un niño. El cliente no cuenta. La persona no cuenta. En esos momentos me siento invisible, transparente, gaseoso, vacío.

No siempre somos conscientes de que el cliente es el fin de nuestro trabajo. Esta importancia del público que Brook menciona se podría aplicar a muchas más situaciones cotidianas. Otra que también me toca muy de cerca es la educación. Tal y como está planteado el sistema educativo actual es fácil que los maestros y profesores se pierdan en este camino que les lleva hacia su destino: los estudiantes. En ese viaje es fácil tropezar con la burocracia, falta de apoyo, escasez de recursos, grupos desorbitadamente grandes, inestabilidad interina, baja valoración profesional, una programación obsoleta y rígida, unos objetivos invisibles, unos libros de texto polvorientos. Aun así hay profesores que llegan a su destino y conectan con los estudiantes, les hacen los protagonistas y les aportan los conocimientos, recursos, autoestima, motivación y formación que les hace más grandes. Por desgracia muchos otros profesores se quedan a medio camino, agotados y con la mirada en el destino al que no podrán llegar. Sea cual sea nuestro destino, no debemos perderlo de vista.

Volviendo al teatro y la importancia del público, seguro que todos hemos asistido a obras de teatro u otro tipo de expresión artística que nos haya hecho sentir emociones, que nos haya hecho reír, llorar, reflexionar, sentirnos mejor...sentirnos diferentes. En estos casos el público ha sido destinatario de las interpretaciones de los actores. El objetivo del actor debe ser que el público salga al final de la representación con un balance positivo de la experiencia, con más de con lo que había llegado. De lo contrario, si el actor no ha aportado nada al público, ¿qué sentido tiene esa interpretación? Aquí vuelvo a ver otro gran paralelismo entre el teatro y la vida, el actor debe aportar algo al público y yo…¿qué debo aportar? ¿a quién?

1 comentario:

  1. Creo que si un actor sabe transmitir, el público lo siente. La actuación tiene que ser una experiencia vital. El teatro hace que el público se sienta más vivo, más humano. Al mismo tiempo el actor necesita sentir que está vibrando con ese público; la actuación le produce un subidón de adrenalina que le hace sentirse vivo. Para algunos es como una droga. Es un camino con doble sentido: la vitalidad del teatro fluye en las dos direcciones. De todas formas, nosotros, noveles estudiantes de teatro, apenas podemos vislumbrar todo esto. En cierto modo lo intuimos gracias a ese profe macanudo que se coloca el casco ladeado, como si fuera un "cow boy" motorizado. Nos vemos.

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