jueves, 23 de diciembre de 2010

La puesta en escena

Aquí tenemos fotos de las performance arte = vida. También hay fotos de las escenas. ¡Muchas gracias a Pi por pasarme las fotos!
























miércoles, 22 de diciembre de 2010

A Carmen

Después de muchos años trabajando con profesores, tengo claro que el mejor profesor no es el que más sabe, ni siquiera el que transmite más conocimientos sino el que ayuda a sus estudiantes a conocerse mejor, a ver lo mejor que tienen dentro, a fortalecer sus puntos más débiles, a enseñarles a resolver sus dudas por sí mismos en vez de darles la solución, a sentir curiosidad, a experimentar, a equivocarse, a que se entusiasmen, a que crean en sí mismos, a que crezcan tanto en lo intelectual como en lo emocional, personal y social. Autoestima, confianza, seguridad, empatía, generosidad, humildad son valores que los profesores podemos ayudar a desarrollar entre los estudiantes y sin duda Carmen lo consigue. Lo consigue sin quererlo porque ella es así. Gracias Carmen. Te echaremos de menos.

Entre bambalinas

La salida a escena es sin duda el momento culminante pero ese mundo intermedio entre lo real y lo mágico, el yo y mi personaje, el pisar la tierra y volar….son los momentos entre bambalinas. ¡Qué palabra tan bonita! Suena muy bien y para mí significa la puerta al más allá, la puerta al infinito.
Gracias a Carmen, Jorge y Maite por su trabajo e interés en ayudarnos a quitarnos esas capas que nos hacen más duros, menos personas. Cada clase, cada actividad, cada pensamiento nos permite adentrarnos un poco más y dejar salir lo que llevamos dentro, la vida que llevamos dentro, porque el arte es vida.
















sábado, 18 de diciembre de 2010

Alberto, Albertucho, nuestro Alberto

Ayer estuvimos viendo en la Sala Sonora de Sevilla a nuestro compañero de teatro Alberto, para el público Albertucho, para nosotros nuestro Alberto.

Tuvimos que esperar fuera de la sala un rato antes de poder entrar, lo cual nos dio oportunidad a los compañeros que fuimos de la clase de teatro a conocernos un poco mejor.

Antes de pasar a la sala vacía, que más tarde se convertiría en un espacio musical mágico, alumnos y profesores compartimos durante un rato el frío de la calle en una noche lluviosa. Mientras, la sala estaba esperando impacientemente que la pisáramos, que viniera más gente, que calentáramos sus paredes, que el aire se enturbiara con el humo de los cigarros, que se caldeara con el calor de los cuerpos. Por fin entramos.

Estaban Jorge y Maite lo cual me hizo mucha ilusión. Los profesores admirando a su estudiante, sintiéndose orgullosos de él.

Cuando las cabezas de la gente se confundían en un mar que se empezaba a agitar de impaciencia salió Alberto. Era mi primera vez. La primera vez que veía a Alberto en concierto, la primera vez que escuchaba sus canciones, que lo veía actuar y transformarse como una fiera. El espectáculo empezó bien, con buen tono. Se fue rompiendo el hielo y Alberto empezó a sacar su mundo, su vida en forma de música. En clase hemos tratado el tema de que arte = vida. En el caso de Alberto no hay duda de que su vida = arte, su vida = música. Me encantó ver cómo fue capaz de retratar el mundo en sus canciones, cómo fue capaz de caricaturizar personajes cotidianos y darles vida, cómo puso a algunos poderosos políticos y hombres armados en su sito, en la miseria, cómo cambió el mundo. Alberto habló de la vida misma, de los asuntos más cotidianos y mundanos con un desparpajo, una naturalidad que era imposible no verlo, no sentirlo, no sentirte señalado. Cantó sobre muchos temas pero sobre todo tuvieron presencia las personas y sus vidas cotidianas aunque no se olvidó de la i griega, por ejemplo, a la que defendió de los ataques de los académicos, de los supuestamente sabios. La canción de la primavera me pareció como un sueño, un sueño caliente a las puertas del invierno. Anoche llegó la primavera a la Sala Sonora en contra de la voluntad del calendario. Hubo otros momentos estelares como cuando el Capitán Cobarde tuvo la valentía de hacer uso de un instrumento musical casi en desuso, en peligro de extinción: la armónica. Sobrero, armónica y guitarra no pueden sino traernos a la mente a otro monstruo, a Bob Dylan. Hubo un mimetismo que nos hizo trasladarnos a otro tiempo, otro lugar, otro escenario, otra generación… para terminar volviendo a Albertucho.
El público fue espejo fiel del escenario. La gente seguía con entusiasmo las canciones, los movimientos, los gestos, los guiños, la complicidad. Mucha complicidad.

La mención de su barrio Bellavista o del calor de Sevilla hizo que la gente se volcara y se sintiera más dueños del espectáculo, más protagonistas. Alberto actuaba, pero no en cualquier sitio, no era Bilbao, ni Logroño, era Sevilla. Su Sevilla.

Me impresionó ver entre el público a la que me atrevería decir que es seguramente una de las personas más importantes para Alberto, su madre. Esa madre incondicional, visiblemente orgullosa, admiradora infinita de Alberto, Albertucho, nuestro Alberto, su hijo. No sé qué papel o influencia ha tenido su madre en su carrera musical pero ayer era evidente que era una madre entregada, que mostraba su apoyo, su cariño, su admiración, su orgullo. Esa madre era la reina de la sala, la reina poderosa que ha hecho posible que Alberto esté donde está, siendo él mismo, diciendo lo que puede sonar como barbaridades pero que son verdades como puños. Albertucho tuvo una mención especial a esa madre, un momento de complicidad, como no podía ser de otra forma. Fue el momento que confirmé lo que sospechaba: esa mujer era su madre. No podía ser nadie más. También tuvo una mención para su gente del teatro, lo cual nos hizo sentirnos diferentes, nos sentimos unidos por este vínculo común que es el teatro.

La trasformación del espectáculo fue brutal a lo largo de la noche. Alberto empezó con su melena meticulosamente alborotada, bajo un sombrero bien puesto, una cabeza con imagen ordenada. La camisa y la corbata correctas, en su sitio. Y el cigarro y el cubata en la mano. A medida que compartíamos personajes, situaciones, emociones y confidencias la melena cogía un efecto mojado y caía obligada por la gravedad y ese peso específico que da el sudor, la condensación del vapor de agua, el espíritu del espectáculo. Su sombrero se ladeaba como por arte de magia, se movía, paseaba, volaba. Era un sombrero libre, sin ataduras, sin amo pero con dueño. Se iba para volver. Su camisa mostraba el nivel de entrega. En ella se relejaba el desgaste de ese cuerpo entregado incondicionalmente a su público. Ninguna mejor expresión de esa generosidad que el sudor. Sudor de pasión.

La corbata ya no tenía presencia alguna, se había quedado relegada a un segundo plano, se había vuelto invisible.

La voz se iba sincerando, fluían las palabras, los comentarios, las críticas, los sarcasmos pero seguía siendo esa voz ronca, un poco rota y muy profunda. Esa voz que se fue convirtiendo en una voz más irreverente, más honesta, más directa. La culminación de la noche llegó cuando la pasión de Albertucho se convirtió en una fuerza irresistible que le llevó a entregar su propio cuerpo, una entrega verdadera.

La rendición del Capitán Cobarde a su público. Su cobardía no le impidió saltar al vacío, un salto con red. La mejor red que cualquier artista pude tener, la red formada por los brazos hambrientos e insaciables de sus admiradores. Fue el momento en el que nuestro Alberto se convirtió en el dios de la Sala Sonora de Sevilla.


Página de Albertucho: http://www.albertucho.com/noticias/

Vídeo La Primavera:

http://www.youtube.com/watch?v=dApV14taGLc&feature=player_embedded